Os voy a contar una historia de un amigo… sí desconfiados, de un amigo, ¡a mí nunca me pasaría esto! El caso es que este amigo mío iba paseando por la calle 72 cuando de pronto ve un huequito con un letrero que ponía “La casa del Kumis” y en su afán de conocer la cultura del lugar se imagina que es algo tradicional y entra. Toma asiento para ver que se le ofrece en la carta pero no, ve que no hay ninguna carta. De pronto se personifica de la nada una muchacha con un cuadernito y pregunta ¿Qué le provoca? Mi amigo, desde su ignorancia, le pregunta a la mesera ¿Disculpa, que es un Kumis? Se hace el silencio y mi amigo mira a la mesera para prestar atención a la respuesta pero ve que la muchacha esta mirando a los costados buscando una cámara oculta y que no contesta. Entonces mi amigo vuelve a preguntarle y ante la insistencia ella le contesta que ¡Un Kumis es un Kumis! Ante la sencilla pero poco aclaradora respuesta mi amigo vuelve a insistir cambiando la pregunta ¿Pero qué es? ¿De qué está hecho? y ella le responde que de leche, se desespera, no puede creer que en algún momento de su vida se iba a ver ante esa pregunta. En un movimiento de astucia mental, decide abandonar cualquier intento de explicación y le ofrece una muestra. Ante tanto alboroto mi amigo acepta y por fin averigua que es un Kumis… un producto lácteo hecho a partir de kéfir de leche que en Colombia se consume como agua.
La moraleja de la historia… no entrés a una pizzería a preguntar que es una pizza.